Oliviero Toscani presenta en al Kappa FuturFestival, que se celebra desde hoy y hasta ed domingo en Turin, su serie fotografica ‘Human Race’
«Es un halago que me consideren incómodo. Eso quiere decir que he tocado teclas que no son convenientes. Porque lo fácil es no pensar, no responsabilizarse. El gran problema moderno es ése: la simplificación, la comodidad. Y no resulta positivo para la sociedad». En sus 80 años de existencia, Oliviero Toscani (Milán. 1942) ha convivido con la polémica en incontables ocasiones. Desde su puesto como director artístico de Benetton tuvo que enfrentarse a denuncias, despidos y amenazas por usar imágenes como la del moribundo David Kirbv a causa del sida. O aquella otra de un potro negro montando a una yegua blanca. O la del beso entre un cura y una monja. O la de la modelo Isabelle Caro con el cuerpo destruido a causa de la anorexia nerviosa. O las de los presos del corredor de la muerte en Estados Unidos…
Depuesto por segunda vez de la firma italiana de ropa en 2020, Toscani vive ahora entregado a fotografiar la diversidad de la raza humana. Precisamente así, Human Race, se titula la muestra de imágenes que se expone en el festival de música electrónica y arte digital Kappa FuturFestival, que se celebra desde hoy y hasta el domingo en Turín. Entre sesiones de Carl Cox, Peggy Gou, Diplo y Four Tet, entre otros DJs y productores, la exposición muestra el trabajo realizado por Toscani en la edición de 2019, la última que se pudo celebrar an-tes de la pandemia. «Sólo me pongo ahí fuera y pregunto a la gente si quiere ser fotografiada», explica el fotógrafo a La Lectura. «Me limito a escoger lo que pasa delante de mí y trato de recolectar las caras que se ajustan más a lo que yo pienso que es la contemporaneidad. Es como escoger las palabras cuando escribes.
La suma de todos lo rostros crea la historia». «Por supuesto», subraya, «la localizzación que escojo determina lo que buson. Un festival de música como éste es muy interesante porque hay una reunión de jóvenes que refleja estéticamente el momento actual». Y pone otro ejemplo: «Hay ahora una exposición en Potsdamer Platz con fotos mías, titulada Los alemanes del siglo XXI. Son 100 personas que representan la nueva Alemania y que no se muestran como habitualmente pensamos que lo harían los alemanes. Porque el mundo está evolucionando en esa dirección». Así, siente que es un trabajo fantástico: «Porque reúnes la Italia, la Alemania o la España que te gustaría que existiese en la realidad»
Porque Toscani, muy critico con los populismos de derechas, como el de Matteo Salvini, siente que estas fotografías van más allá del mero catálogo de festivaleros. «Es muy fácil dividir a la gente, porque todos estamos divididos», plantea. «Cada per-sona es una entidad única. To-dos somos diferentes entre nosotros».
De ahí su discurso: «No hay que ser tolerante. Un niño negro es un niño negro, no es mejor ni peor que los otros. ‘Tolerar’ es una palabra ambigua: la dice alguien que se cree superior y tolera a los otros, pobrecitos. Lo que hay que hacer es aceptar la diferencia. Es ella la que produce la belleza de los seres vivos. No hay dos cosas en la naturaleza que sean iguales, dos briznas de hierba exactamente idénticas, dos gotas de agua gemelas».
«Todo lo que es fácil es estúpido», proclama Toscani sobre su ideal creativo. «El conflicto comporta una implicación: analizar, juzgar y criticar. Y es lo que determina el arte: éste debe ser un conflicto. Si no, nos perdemos la belleza de la traedia, la sangre, el Guernica de Picasso».
Constantemente, dice, le han querido obligar a hacer esto o lo otro. «Pero yo siempre me preguntaba: ¿por qué tengo que bajar la cabeza? Si no quiero ir al cielo, ni me interesa el dinero…», justifica su actitud. «Cuando estás solo significa que estás abriendo un nuevo camino. Para ello hace falta coraje». «Mi base es la subversión», asegura. «No la revolución, que al final es algo circular. Es más bien darle la vuelta a todo, constantemente. Tratar de ver el otro lado. No conformarse, aún a costa de que te consideren un traidor».
Todo ello, finaliza, lleva a la incomprensión y el rechazo. De ahí que su fe en la humanidad no esté en cotas especialmente elevadas. «La Naturaleza querría eliminar al ser humano, que no existiésemos más, porque pa-ra ella somos la ruina», afirma. «Y me interesa mucho esta condición humana. Porque, de hecho, seguimos sin civilizar: las guerras continúan ahí, los niños siguen muriéndose de hambre… Somos todavía primitivos y aún hay mucho que hacer. Por eso, cuando leo Historia, me da vergüenza pertenecer a la raza humana. Me imagino, por ejemplo, un libro sobre la humanidad escrito por un caballo. Qué mi bochorno para nosotros».
Por Dario Prieto
